Cosas de mi_mo_to





¡Adiós, 33! Gracias por todo

Cumplir 33 años y decir que has llegado a la edad de Cristo, es como presagiar una resurrección. Yo que se los digo. 

No puedo decir que volví a nacer. Ni que resurgí de mis cenizas, pero, al menos, si puedo decir que pasé a ser otra persona.


Tras una separación y un año de trámites incansables, es imposible ser la misma.


Por eso, hoy, cuando cumplo 34 años, no me queda más que agradecerle a los 33 por todo lo aprendido.


Porque me tocó aprender que no soy autosuficiente y que pedir ayuda no es ser más débil, sino abrirte a tener más manos donde sostenerte.


Porque aprendí a retarme a mí misma y saber que –después de “vieja”- pude aprender a cocinar, a trotar, a hacerme cargo de las cuentas, a cuidar plantas sin que se mueran  y 
hasta usar instagram.


Porque aprendí que no se es más valiente por aguantar el llanto sino por tratar de sonreír pese a estar con el alma partida en pedazos.


Porque aprendí que la paciencia es un don que no nace con uno, sino que se cultiva a punta de horas de esperas en las oficinas de los registros públicos.


Porque aprendí a hacerme más fuerte para defender mis decisiones y exigir respeto a quienes vinieron a juzgarme.


Porque aprendí a agradecer cada minuto de felicidad que gané, frente a cada minuto de tristeza que perdí. 


Porque aprendí que la vida es hoy y que no tiene sentido seguir planificando cuando no sabemos disfrutar del momento.


Porque aprendí a no opinar sobre la vida de nadie, porque cada quien escoge su manera de que la vida o el matrimonio le funcione.


Porque aprendí que es mejor vivir un momento entre amigos con 2 bolos en el bolsillo, que decir: "no puedo ir", por pena a admitir la bancarrota.



Porque aprendí a no comparar mi vida con la de nadie, porque cada quien le toca aprender las cosas de una manera diferente.


Porque aprendí a delegar, porque humanamente no puedo hacerlo todo.


Porque aprendí a ser más humilde y aceptar que me equivoco más de la cuenta. Pero que tengo la disposición de ser mejor persona.

Porque después de haber vendido hasta el alma, aprendí a desprederme de lo material y a entender que hay cosas más importantes.


Porque aprendí que sin mi familia y mis amigos, no hubiese llegado hasta aquí. Y sin lo aprendido en mis años compartidos en pareja.

Porque aprendí a pedir perdón una y mil veces. Y ahora soy capaz de pedirlo, una y mil veces más de ser necesario. 

Porque aprendí que "poder decir adiós es crecer".

Por eso y más...

Brindo, hoy por lo que me deparan mis 34 años....

Salud y amor












2 comentarios:

  1. Clap, clap, clap. Me encanta y te aplaudo de pie por compartir esta reflexión íntima. Te abrazo muy fuerte desde aquí. Muuuuak

    ResponderEliminar
  2. Que bueno este post, y que valiente como siempre mi estimada amiga :D

    ResponderEliminar