@mi_mo_to en Madrid





¿Dónde están las cámaras?...
Miro arriba, a los lados. Hurgo en los muebles, debajo de la mesa. En algún lado debe estar el equipo de video que graba el reality show que me he metido. Imagínense. Yo, en Madrid, con 24 periodistas latinoamericanos viviendo por una semana en un hotel. Viéndonos todos lo días, comiendo juntos, asistiendo a clases, viajando en metro. Si esto no es un reality show, entonces debe ser un campamento de verano. Y no lo digo de manera despectiva. Más bien, todo lo contrario. Compartir cada minuto de mi última semana con periodistas venidos desde México hasta La Patagonia ha sido una experiencia maravillosa. Pero no puedo negar que ha sido muy particular. Salir de mi zona de comodidad, para adentrarme a un lugar que apenas conozco, con gente que nunca había visto, a trabajar en un periódico que jamás he leído y a escribir en una sección que en mi vida pensé, descoloca a cualquiera. De allí mi pregunta: ¿Si esto no es un reality show, entonces qué es? Me di que estaba dentro de un programa de televisión el día que me vi a mi y a mi compañeros buscando "piso".  Sentí que en cualquiera momento me descalificaría jeje ¿Dónde buscar? ¿Qué zona es mejor? ¿Hasta cuánto pagar? Qué sé yo!!! El capítulo dos vino con la mudanza, el tercero, cuando intentamos hacer mercado a las 3:00 de la tarde y conseguimos todo cerrado por “descanso” y el cuarto, cuando nos vimos perdidos en los anaqueles del supermercado. ¿Si esto no es un reality show, entonces qué es?

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Un encuentro inesperado
No tienen por qué saber quién es Leila Guerriero. Es un asunto de periodistas. O mejor dicho, un secreto de quienes intentamos hacer crónicas. Más que leer sus textos, los he estudiado. Analizo cada una de sus frases, subrayó sus descripciones, tomó notas de sus comparaciones para aprender un poco de ella. No llegué a Leila por casualidad. Ni siquiera por curiosidad. Sino por recomendación de grandes amigos periodistas: Sinar Alvarado, Sandra LaFuente y Lisa López. Tanto insistieron con que debíamos leer a la tal "Leila" que, vamos, había que comprar su libro "Frutos Extraños" para saber qué tanto podía aprender de ella.
Así la descubrí. Y así se convirtió en una maestra. Estuve cazando algún taller, pero nada. Y, luego de ganarse el Premio Nuevo Periodismo CEMEX + FNPI 2010, el asunto se haría más difícil. Pero cual sería mi sorpresa que el día que inicio mis pasantías en el Diario ABC en Madrid, me dice el coordinador de la Maestría de Periodismo que Leila vendría a dar una charla a los estudiantes. "Noooooooooo!!!! ¿Puedo asistir, por favor?", no me dio ni pena preguntar. Y creo que fue tan evidente mi emoción, que el coordinador no tuvo otra opción que decirme que si.
El jueves en la mañana me llamaron para confirmarme que Leila asistiría y para pedirme que hiciera una nota para la página web del diario sobre su visita. "Clarooooooo", conteste. Confieso que las manos me sudaban (qué galla!). Entró al salón y la emoción fue máxima. Su melena es inconfundible. Es más flaca de lo que imaginaba. Hasta frágil se ve.
Me sentaron al lado de ella. Y desde mi puesto privilegiado, tome notas de todas sus recomendaciones y sus anécdotas. Le pregunté una estupidez, gracias a los nervios. Que contestó de buena manera. Al final de la charla, salió mi faceta farandulera. Le pedí que me firmara mi libro y que se tomara una foto conmigo que quedara para la posteridad. Peticiones que concedió con amabilidad y con cariño. Creo que los españoles se atemorizaron con tanto fanatismo, pero yo salí feliz de ese encuentro.
Luego vendría el compromiso de escribir en una hora una nota que quedara decente, para comenzar de buena manera mi début en el diario.
Haya quedado bien o mal, este encuentro pagó este viaje. Madrid, gracias!!!

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Geraldine... ¿Eres tú?


HERBERT HOLGUÍN @hrbrthlgn
Desde Madrid, España
Madrid te puede marcar con una escena captada en una calle, un bar, una estación de metro o un personaje. En este caso, una gran actriz e hija de un ícono del cine.“¿Ella no es Geraldine Chaplin?, pregunté a mis amigos cuando salíamos de clases y al final de una larga semana de trabajo. “¿Geraldine?”, le preguntó uno con acento caraqueño, informal y distendido. La mujer era delgadísima y sus grandes lentes oscuros ocultaban esos ojos vivos y la característica nariz respingada. Llevaba una casaca naranja, un buzo ancho y zapatillas blancas. Era obvio, quería pasar desapercibida.“¡Sí!”, respondió entre sorprendida y halagada. La abordamos. “¿De dónde son?”, preguntó. “Del Perú, Colombia y Venezuela”, dijimos. “Yo te he visto en Cartagena de Indias un par de veces”, dijo uno. “Sí, tengo una hermana allá”, respondió ella en un español casi perfecto que ya evidenció en “Hable con ella”,“El orfanato” y “Diario de una ninfómana”. No se incomodó cuando le dijimos que éramos periodistas, a diferencia de otras estrellas menos luminosas.Luego esbozó una sonrisa especial cuando recordó que éramos dos peruanos en ese grupo. “Voy a ir a Perú este año”, agregó ya con los lentes de sol en mano y enseñándonos esos bellos ojos verdes. “Será en agosto, voy al Festival de Cine, seré presidenta del jurado”, dijo. Le dijimos que la esperábamos. “¿Y qué haces por estas calles?”, le pregunté. Así aprende Geraldine Chaplin sus parlamentos: “Camino rápido mientras escucho los diálogos que debo aprender”. Y así como la vimos se fue. Elcomercio.pe intentó comunicarse en Lima con los organizadores del Festival de Cine para confirmar la participación de Gerladine Chaplin como presidenta del jurado pero no obtuvimos respuesta de manera inmediata.








Un discurso de despedida escrito a 50 manos


 Para Juan Pablo de Villanueva
y con especial cariño a Aires Vaz.
En agradecimiento a la Fundación Telefónica, a los amigos el Programa Balboa y la gente de Unesa.

La experiencia Balboa ha sido como volver a verlo todo por primera vez. Es como una obra de arte: después de contemplarla, ya no puedes ser el mismo.
 Estos seis meses me han permitido entender con mayor certeza la simplicidad de la vida, disfrutar de cada momento como si fuese el último que me tocará vivir, y valorar más lo que dejé en mi país.
De hecho, si pudiera decidir otra vez sabiendo lo que iba a pasar, hubiese dejado más de lo que dejé y me hubiese conformado con obtener menos de lo que obtuve.
Porque esta es una oportunidad de ver la vida en retrospectiva y construir un nuevo comienzo. 
Ser Balboa me ha permitido percatarme de muchas cosas, como que el buen periodismo es buen periodismo en Madrid, Buenos Aires o Bogotá. Eso me lleva a otra conclusión: Europa no nos quedó grande. Sí que nos cabe en los bolsillos, aun con todos nuestros folclorismos.
El programa me reinventó como persona y como profesional. Me hizo despertar. Llenarme de ideas y proyectos.
Pero esta experiencia no hubiera sido igual sin el sentimiento de la amistad. Sin los abrazos, las sonrisas, los tragos e incluso las lágrimas.
Me he sentido un niño, un adolescente, un hombre y sobre todo un periodista que descubrió América Latina en Europa. Paradójicamente, recorriendo España al lado de estas 24 personas entrañables conocí mi continente.
Ser Balboa es mirar a Latinoámerica con otros ojos. Es verla con aires de superación, con esperanza, con hermandad, con igualdad, con respeto y, sobre todo, con amor.
Pero… hay que ser justos y aclarar que no todo es color de rosa. Lo malo del programa Balboa es que se termina. Así y todo, hay una parte de mí que está feliz con la llegada del final: esa parte es mi hígado.
Creo haber batido récords mundiales de consumo de pizza de microondas, kebaps y comida chatarra. Y bueno, otro tanto de cañitas y “celvezas a un eulo”. El botellón forma parte de la cultura actual española, ¿no? Y este es un intercambio cultural.
 Hablando en serio y para terminar, siento temor no de lo que encontraré cuando regrese al mundo real, sino de todo lo que dejaré atrás en aquel mundo que era casi perfecto.
Vuelvo con la mente llena de buenos recuerdos. Con el alma reconfortada. Con una sobredosis de amistad, de tolerancia, de humildad, de paciencia y de paz interior. Vuelvo con muchas deudas, pero enomermente más rico.
Me llevo conmigo 24 hermanos y un padre adoptivo que me acompañarán siempre.
Todo en esta experiencia fue ganancia. No seremos los mismos. Seremos mejores. Pero, sobre todo, seremos Balboa.



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